Ayer por la tarde, en el acto de entrega de premios a los alumnos clasificados en las “Olimpiadas Científicas”, el catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Cantabria José Manuel Iglesias Gil ofreció una conferencia. Estuve presente en el evento. Disfruté mucho escuchándole y viendo los mapas, planos y testimonios con los que mostró el antiquísimo orígen de la ciudad de Santander. Contó muchas cosas que la mayoría desconoce y son muy interesantes. Hasta tal punto que permiten contemplar la urbe con otros ojos (los de la Historia). Detalló, por ejemplo, el perímetro de la muralla que rodeaba la ciudad; explicó cuál era antaño la superficie ocupada por su bahía (casi el doble de la actual, según dijo); recordó cómo el agua penetraba por la ría de Becedo atravesando lo que hoy es Calvo Sotelo hasta llegar a Jesús de Monasterio; detalló la relevancia de las excavaciones de la Plaza Porticada (de las que es director científico), etc. Fue, en suma, un monólogo excelente en fondo y forma que sirvió para confirmar una vez más que las conferencias, cuando se saben explicar de manera clara y amena las materias, no tienen por qué resultar un tóstón (algo que, desgraciadamente, ocurre a menudo). Depende del conferenciante ser capaz de cautivar al público que le escucha. Si no lo consigue sobrarán todos sus conocimientos, pues casi nadie le hará caso (¡cuántas veces los asistentes a actos culturales se dedican a juguetear con sus móviles!). José Manuel, en cambio, atrapó plenamente, y desde el primer momento, el interés del público. Gracias a él todos aprendimos. Es decir, nos enriquecimos culturalmente sobre la etapa romana de Santander, de la que hay huellas de excepcional valor principalmente en el subsuelo de sus calles (“Santander tiene otra ciudad a sus pies”, matizó). El futuro museo subterráneo de la Porticada, en fase avanzada, será un magnífico ejemplo al respecto. Mis felicitaciones, por tanto, al prestigioso catedrático por su disertación, que tituló “Santander, de puerto romano a villa medieval”. Ya que hablamos de ella ilustro este comentario con la foto que hice recientemente en la bellísima bahía de la capital cántabra. En la imagen vemos en primer plano el popular monumento a los “raqueros”, obra de un gran escultor local: mi admirado amigo José Cobo Calderón, autor también del monumento al incendio de la ciudad y del dedicado a los payasos santanderinos “Hermanos Tonetti”, en cuyo concepto, desarrollo y ejecución colaboramos ambos.