Discurría el mes de julio del año 1918 cuando debutó en el “Salón Pradera” de la capital de Cantabria una bailarina que estaba logrando convertir en éxito cada una de sus actuaciones por España y que pronto iniciaría una gira, también triunfal, por América: Helena Cortesina (foto). Es decir, la popular “Venus valenciana”. Disfrutó el público, que llenó el local cada día, de una artista completa. Carismática, plena de cualidades muy notables para el baile y la expresión teatral, decía de ella la prensa que tenía “como ninguna otra danzarina moderna un sentido de la pose, un claro concepto de cuanto da nobleza y ritmo y gracia a la belleza humana”. Helena se inició muy pronto en el espectáculo con el baile clásico, pero al constatar que las varietés adquirían cada vez más protagonismo tanto en su Valencia natal como en el resto del país decidió formar parte de ellas, conquistando de inmediato el interés de los espectadores. Pronto prendería en su alma la pasión por el cine, del que fue una de las pioneras en nuestra nación como directora y productora, (ejemplo, “Flor de España”, película rodada en los años veinte por su productora “Cortesina Films”), y como actriz. Desarrollaría la siguiente etapa profesional en el teatro, participando en destacadas obras tanto en España como en América. Falleció en Buenos Aires, en cuyo cementerio Chacarita fue enterrada. He aquí, pues, una mujer muy adelantada a su tiempo. Y en el complejo ámbito del espectáculo, vocacional, audaz e innovadora. No en vano, preguntada por su mayor propósito profesional, respondió: “Realizar algo digno de esa palabra que ha servido para encubrir tanta vaciedad: Arte”. Inolvidable Helena Cortesina.