Publica hoy El Diario Montañés mi artículo titulado “McLuhan, hoy”, en el que evoco algunas de las teorías del maestro de la comunicación: Marshall McLuhan (foto). Nadie ha analizado tan a fondo como él, con tal lucidez técnica e intelectual, la esencia del universo periodístico, los soportes difusores en los que se fundamenta y su influencia social. He aquí el texto:
El mejor teórico de la comunicación, McLuhan, legó a la sociedad profundos análisis sobre el significado y proyección de los mass media. Teniendo en cuenta que los tiempos que corren, sometidos al dictado de lo que se denomina en el argot periodístico la actualidad, no son nada proclives a la parada y disección del entorno, útil resultará evocar algunas de sus interesantísimas opiniones. Como atestiguan los hechos, no han perdido vigencia.
Afirmaba McLuhan que “todos los medios, del alfabeto fonético a la computadora, son extensiones del hombre que causan cambios profundos y duraderos en él y transforman su ambiente. Tal extensión es una intensificación, una amplificación de un órgano, un sentido o una función, y cada vez que ocurre el sistema nervioso central parece instituir un entumecimiento autoprotector del área afectada, aislándolo y anestesiándolo de la conciencia de lo que está sucediendo”. Magnífica matización. Para el maestro de quienes nos dedicamos al fascinante oficio de narrar cosas, “las sociedades siempre han sido moldeadas más por la naturaleza de los medios con los que se comunican los hombres que por el contenido de la comunicación”. Rotundo, impecable razonamiento empírico. Para él, cualquier nueva tecnología ejerce de “agente revolucionario. Lo vemos hoy con los medios eléctricos y lo vimos hace varios miles de años con la invención del alfabeto fonético, que fue una innovación tan importante y tuvo consecuencias tan profundas para el hombre”. Cierto. Consta en numerosos calendarios del convulso planeta Tierra.
Pero que nadie crea que McLuhan daba la espalda a la esperanza. Al contrario. Sus palabras lo demuestran. Declaró: “Nacer en esta época es un regalo precioso, y lamento la perspectiva de mi propia muerte sólo porque dejaré tantas páginas del destino del hombre -si se excusa la imagen de Gutenberg- tentadoramente no leídas. Pero tal vez, como he tratado de demostrar en mi examen de la cultura posliterada, la historia comienza sólo cuando el libro se cierra”. Ayer, hoy y mañana, admirable McLuhan. Sigue resultando una delicia recordar sus enseñanzas. Los grandes nunca pasan de moda. Nunca. Son como las estrellas: aunque no les veamos, siempre están ahí.