Mi artículo en “El Diario Montañés”

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El paisaje y el paisanaje invitan, a menudo, a reflexionar sobre el estado de ánimo general de la sociedad. Esa es la esencia del artículo que acabo de publicar en “El Diario Montañés” (foto). Espero que os guste, amigos. Dice así:

Con frecuencia los buenos recuerdos son oxígeno que nos permite respirar el presente, tan tedioso, desagradable y, para remate en esta época, frío. Han retornado a las calles de Santander las máquinas de tren antiguas para asar castañas, feliz ayer. Y pronto lucirán las bombillas del alumbrado navideño, cada vez más tempranero. El verano resulta ya dulce evocación de fechas que parecen aún cercanas cuando están, en realidad, pues lo sentencia el calendario, muy lejanas. Snif. Las playas de El Sardinero, ahora desiertas y con pinta desértica, estuvieron hace cuadro días repletas y sometidas al rigor de un sol maravilloso, que por una vez no nos abandonó en pleno bronceado. Cada huella estimulante es, en definitiva, humo de cuanto fue, efímera esencia de vida con gotero. Grito nada y el eco dice todo, que escribiera el maravilloso Pepe Hierro, hoy metal e historia junto a la bahía que le enamoró. Bahía en la que pronto, bienvenido sea, habrá un Piano; el de Renzo, genial creador de infraestructuras cuyo edificio no sólo será bello símbolo sino gérmen de cultura y educación, que falta hace. Por ejemplo, a quienes en días de temporal cuando el viento dobla paraguas los depositan a modo de cadáver en las papeleras –el otro día ví tres- por considerarlas cementerios urbanos. En el horizonte la nieve apunta su toque en las cumbres imitando las artísticas pinceladas de López Ayerdi, que siempre ilumina así, al blanco, un punto del paisaje en sus mágicos cuadros costumbristas. De manera paralela, el suelo se alfombra de naturaleza. Con asiduidad parece que la melancolía ganará esta batalla, que acabará raptando al paisaje y al sometido paisanaje. Sólo el reloj impide que tal rutina derive en bucle. Empero cada cual, es inevitable, materializa anímicamente en algún momento los versos de Mario Benedetti: “Unas veces me siento como pobre colina y otras como montaña de cumbres repetidas, unas veces me siento como un acantilado y en otras como un cielo azul pero lejano, a veces uno es manantial entre rocas y otras veces un árbol con las últimas hojas”.