Una cosa es ser un profesional del mundo del espectáculo (hay muchos), otra ser un buen profesional del mundo del espectáculo (hay menos), otra ser un buenísimo profesional del mundo del espectáculo (hay pocos) y otra… ser un artista. Ser artista es lo más de lo más. Significa tocar techo, alcanzar la excelencia en el oficio de la farándula. Y artista se nace. Ejemplo de libro es Raphael (foto): desde que sale al escenario despliega una red invisible de seda en la que mantiene atrapado al público hasta que concluye cada concierto. Los elegidos son así, poseen un carisma inexplicable. Conquistan con una mirada, un gesto, un desplante, un detalle que, en otros que carecen de tan mágica capacidad, pasa completamente desapercibido. Ellos, en cambio, lo convierten en huella imperecedera. En perfume de estilo. Si a una figura de la categoría de Raphael, inmejorable actor de la canción, se le añade un repertorio de lujo, el éxito está asegurado durante generaciones. Pero que no se engañe nadie al respecto. Para mantener viva su llama el artista debe practicar a diario algo que él ejercita a tope: un trabajo sin pausa en busca de la perfección en la interpretación y la puesta en escena. O sea, en la arquitectura del aplauso merecido. La mezcla de tales aspectos unida a unos músicos a la altura del cantor permite que el público disfrute canción tras canción de un apasionante viaje al Planeta Sentimientos. La clase de este extraordinario artista español, que tiene el corazón situado entre las cuerdas vocales, quedará reflejada de nuevo en el escenario de la Sala Argenta del Palacio de Festivales de Cantabria, recinto que le recibirá con un lleno (es decir, como se recibe en los teatros importantes a una estrella internacional) y le despedirá con los espectadores puestos en pie, entusiasmados, ovacionándole y gritando “¡Bravo!”. Bienvenido a Santander, admirado Raphael.
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Raphael en el Palacio de Festivales de Cantabria. Sala Argenta. Sábado 8 noviembre, a las 20. 30 h. Gira mundial “De amor & desamor”