El clima nos vuelve a mostrar su color gris, y ya estamos en Julio…

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Vuelven a estar vacías las playas. Otra vez llevamos varios días seguidos en Santander sin sol. Por desgracia, de nuevo adquiere vigencia el artículo que escribí la semana pasada y publicó “EL DIARIO MONTAÑES” (foto). Reproduzco a continuación su texto:

En los últimos días -en realidad, meses- todos hemos echado pestes del tiempo, ese factor que incide tanto en el estado de ánimo y que aquí nos tiene machacados. El clima adquiere cada vez mayor importancia, pero no sólo porque se trate de recurso siempre a lengua para compartir viaje en ascensor o iniciar tópicamente una charla. La adquiere porque al incidir de modo decisivo en la moral colectiva influye, de rebote, en el consumo. En Santander, sin ir más lejos, se comprueba de forma nítida. Si el día sale acuático -¿cuántos llevamos en lo que va de año?- ya empieza la cosa mal. Los primeros comentarios en casa son negativos. El “¡otra vez lloviendo!” es una losa. O sea, pésimo rollo, planes chafados. Consecuencia: reducción del consumo. Así de sencillo. Numerosos comerciantes de la capital han visto mermados sus ingresos por culpa del agua. Lógico. Ejemplos. Lloviendo, ¿quién sale de casa? El que no puede evitarlo. Lloviendo, ¿quién se va a comprar ropa o calzado de verano? Casi nadie, claro. Lloviendo, ¿quién se va a sentar en la terraza de una de las cafeterías de la ciudad? Pues nadie. Lloviendo, ¿quién se va a desplazar hasta aquí para disfrutar del paisaje? Pues casi nadie. El clima es factor, por tanto, clave, absolutamente clave, para la venta. Si el día es soleado y de buena temperatura la actitud general resulta, en cambio, positiva. El sol inyecta energía, propicia alegría. Consecuencia: la gente sale a la calle y de inmediato se intensifica el consumo. El tiempo hace mucho que dejó de ser asunto menor. De hecho es la tele-información que más audiencia tiene. No en vano cada telediario la ha convertido en un show y los errores de los especialistas en la materia propician notables quebrantos económicos al sector de hostelería. Estamos ante una materia de alta sensibilidad y, para bien o mal, máxima proyección sociológica. Ojalá, pues, que el verano se instale definitivamente entre nosotros, no en teoría. La situación económica general resulta de por sí bastante apocalíptica en Santander, en Cantabria y el resto de España como para que, encima, se dinamite más a base de deprimentes días grises y chaparrones. Queremos usar el traje de baño, no el paraguas. A ver si toma nota el responsable del tema.