He disfrutado hoy de una agradable comida con dos amigos, ambos excelentes empresarios: mi paisanuco Pedro Cea y Carlos Ávila. Carlos visitó un día España y se enamoró de nuestro país. Y cuando visitó por primera vez Santander tuvo la inmediata sensación de que había hallado su particular paraíso. Hasta el punto de que decidió echar raíces profesionales aquí. Dispuesto a iniciar una nueva y apasionante etapa laboral, que afrontó como “un auténtico reto”, creó en la capital cántabra un novedoso negocio dedicado a la venta de helados, bajo el nombre “Chaska” (en Facebook, Chaska Santander). Está ubicado en El Sardinero (plaza Rubén Darío 14, bajo). Toda la charla paralela a la comida ha discurrido por los senderos de la técnica en ventas, comunicación, marketing, etc. Hemos tratado, pues, la esencia del apasionante y complejo universo empresarial. Ha sido interesantísima, enriquecedora de verdad. Procede subrayar que Carlos, además del citado negocio en Santander, tiene otros en su país de origen. Entre ellos un precioso hotel llamado “Cantabria” en homenaje a nuestra región, donde tan feliz se siente. La línea que desarrolla desde su local en El Sardinero es muy atractiva: plantea un enfoque del producto basado en la máxima calidad de sus ingredientes y a la vez en la original manera de presentarlos ante el cliente, que elige cómo los quiere. No faltaron tampoco en el diálogo de sobremesa las alusiones a los proyectos de expansión empresarial que tiene in mente para ampliar campo de acción en Santander y más lugares de Cantabria; su pasión por los toros y toreros; su afición por la fotografía, etc. Carlos es un hombre que además de hacer muy bien las cosas y de hablar estupendamente tiene una virtud propia de los seres inteligentes: sabe escuchar. Desea aprender, avanzar. Personas así, de concepto tan claro ante el trabajo y la vida, contribuyen a hacer grandes los lugares donde se establecen. Nuestra suerte es que ha optado por soltar en Cantabria el ancla de su destino. Que siga tu merecido éxito, Carlos, en esta tierra hermana, de tantos vínculos históricos con la que te vió nacer. En la foto adjunta, que hice al concluír la comida, vemos a Carlos (a la izquierda) y a su gran amigo Pedro. Sin duda, un asesor de lujo.