Recuerdo artístico / Alejandro Martín

El guitarrista cántabro de flamenco Alejandro Martín (foto) fascinó con su arte al público tanto de España como de otras naciones de Europa y América. Su manera de tocar tan bello instrumento era propia de quienes nacen elegidos por el destino para sembrar sensibilidad mediante la música. Grabó varios discos, trabajó en la compañía de Mairemma, ganó concursos de flamenco, representó a España en festivales internacionales (Bratislava, Estoril) y emocionó a artistas tan relevantes como el mismísimo Mario Moreno “Cantinflas”. Hijo de otro gran guitarrista llamado como él, Alejandro dejó eterna huella a través de la guitarra. Y por su bonhomía. Doy fe, pues tuve la suerte de conocerle, entrevistarle en mis programas radiofónicos en la cadena Cope en Cantabria y de que, además, tocara en directo en ellos. De los tablaos y conciertos nacionales e internacionales pasó a realizar una magnífica labor didáctica en Santander con el instrumento que amaba y al que se refería así, a mi lado, ante el micrófono: “La guitarra representa una forma de vivir espiritual y sentimentalmente. Permite que expreses alegrías y tristezas. Cuando estás decaído, te encierras en el cuarto con ella y hace que te sientas el mejor del mundo. Y cuando exteriorizas felicidad, corresponde”. Su amigo Luis García de Poo, excelente rapsoda, le dedicó estos sentidos versos que un día anoté: “Se rompió el silencio. Se escuchó cantar a la mañana. Tomaron vida las cuerdas que una mano de amor acariciaban. Se llenaron de notas mil rincones quemando como el fuego de una llama. Y yo, que de música no entiendo, las mejillas de lágrimas llenaba”. Fue un virtuoso del duende de las seis cuerdas.